Los océanos cubren el 71% de la superficie de la Tierra, y el bienestar diario de millones de personas depende de ello. Un Estado sin salida al mar se queda fuera del transporte marítimo, que representa una parte esencial del comercio internacional, pues aglutina, nada más y nada menos, que el 90% del total del comercio, según la Organización Marítima Internacional de las Naciones Unidas.
El caso de Bolivia muestra bien la relevancia del comercio marítimo. En 1879, Chile invadió la salida al mar de Bolivia y se anexionó 400 kilómetros de costa, más una gran zona rica en recursos naturales, la región conocida como Antofagasta que, adicionalmente, es también en la actualidad una zona muy importante dentro del sector turístico chileno. ¿Qué supuso para Bolivia esta pérdida? Un retraso económico importante al no poder conectar sus ricos recursos con el comercio marítimo.
Valga esta introducción para destacar que la economía azul (blue economy) es cada vez más importante y está ganando un fuerte impulso entre las instituciones, la ciudadanía, los científicos e incluso los inversores. No hemos de sorprendernos, pues se estima que el océano constituye una gran fuente de riqueza, generadora de 2,5 billones de dólares al año (un 5% del PIB mundial o el equivalente a la séptima economía más grande del planeta[1]). El foco de atención en los océanos se ha renovado en los últimos años gracias a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 de la ONU, especialmente por el ODS 14: “Conservar y utilizar en forma sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible”.
Sin embargo, lamentablemente, los mares también pueden resultar afectados por los efectos del cambio climático y por las actividades humanas, y que han ocasionado la pérdida de la mitad de los arrecifes de coral[2]. Estos arrecifes son extremadamente importantes para la biodiversidad de los océanos, acogen a una cuarta parte de todas las especies marinas y cientos de millones de personas dependen de ellos para su sustento, nutrición e incluso su bienestar socioeconómico.
Dado su inmenso tamaño, ¿existe la posibilidad de desbloquear su potencial económico y al mismo tiempo proteger su entorno?
La solución la encontramos en las finanzas, se necesitan soluciones innovadoras para mejorar tanto la resiliencia de los océanos como para explotar y aprovechar su capacidad económica. Existe un producto financiero, los llamados bonos azules (blue bonds), enmarcados dentro de las finanzas azules (blue finance), que tiene un enorme potencial para ayudar a superar estos desafíos.
Los bonos azules son un innovador instrumento de financiación relacionado con los océanos, categorizado dentro de la renta fija, mediante el cual los fondos se destinan exclusivamente al desarrollo de proyectos considerados favorables para el océano.
El año pasado, Seychelles lanzó el primer bono azul soberano recaudando un total de 15 millones de dólares para impulsar la economía de este pequeño país insular. El Banco Mundial, experto en combinar sostenibilidad con financiación, ayudó a diseñar el bono; el Vicepresidente/Tesorero del Banco Mundial, Arunma Oteh, declaró al respecto que el bono azul es otro ejemplo del poder de los mercados de capitales para conectar a los inversores con proyectos beneficiosos para el planeta[3]”.
El bono azul de Seychelles está parcialmente garantizado por el Banco Mundial (IBRD) por importe de 5 millones de dólares y, además, está complementado por un préstamo en condiciones favorables de 5 millones de dólares (Global Environment Facility (GEF)), con el fin de cubrir parcialmente el pago de los cupones del bono. El uso de los fondos también contribuirá al programa “South West Indian Ocean Fisheries Governance and Shared Growth Program” del Banco Mundial, que apoya a los países de la región para gestionar de forma sostenible sus sectores pesqueros y aumentar los beneficios económicos.
El siguiente emisor de bonos azules fue Nordic Investment Bank (NIB, en adelante), la institución financiera internacional de los países nórdicos y bálticos, que lanzó el 24 enero de 2019 el Nordic Baltic Blue Bond, recaudando 2.000 millones de coronas suecas (220 millones de dólares, en el momento de la emisión) para proyectos como el tratamiento de aguas residuales, la prevención de la contaminación del agua y la adaptación al cambio climático. NIB lleva mucho más de 15 años financiando proyectos con efectos positivos en la vida marina y en la calidad de las aguas de la región; así, también ha estado activo en el mercado de los bonos verdes desde 2011 y es el mayor emisor de la región nórdica.
La región báltica es rica en recursos hídricos, pero la actividad humana y los nuevos tipos de contaminación ejercen una presión cada vez mayor sobre los entornos acuáticos. Este se ha visto especialmente afectado por la llamada eutrofización, debida a los altos niveles de descarga de nitrógeno y fósforo que provocan un crecimiento excesivo de plantas y algas. Por eso, la importancia de las inversiones en el tratamiento de aguas residuales es una necesidad para el desarrollo urbano sostenible del futuro.
Este bono está dirigido específicamente a inversores que son conscientes de los desafíos a los que se encuentra la región y brinda la oportunidad de apuntar directamente a proyectos que los aborden relacionados con el agua. El éxito del bono fue tal que se suscribió en exceso más de dos veces.
Uno de los proyectos que recibirá financiación del Nordic Baltic Blue Bond es el proyecto Nya Slussen, que remodelará las esclusas de agua en Estocolmo, permitiendo la capacidad de drenaje y acomodando compuertas más altas, al agregar dos canales de agua más profundos. Esta medida es crucial para mitigar inundaciones y permitirá que Estocolmo, al igual que toda la región, esté preparada para prevenir los efectos del aumento del nivel del mar, así como las eventuales condiciones extremas del futuro[4].
En abril de ese mismo año, Morgan Stanley, en colaboración con el Banco mundial, vendió bonos azules por valor de 10 millones de dólares con el objetivo de resolver el desafío de la contaminación de los desechos plásticos en los océanos[5].
El grupo internacional sin ánimo de lucro The Nature Conservancy (TNC) difundió recientemente planes para movilizar 1.600 millones de dólares en fondos para la conservación de los océanos a través de la emisión de bonos azules, bajo un esquema que han denominado blue bonds for conservation; se trata, sin duda, de un modelo financiero innovador que utiliza la filantropía para salvar los océanos proporcionando el preciado capital inicial.
Los bonos azules ofrecen una oportunidad, así como lo están haciendo los bonos verdes, para que el capital privado se movilice para responder y respaldar a la gran economía azul. Los mercados de capitales tienen un papel muy importante en la gestión ambiental y, más específicamente, en la protección de los océanos, ese gran olvidado.
[2] https://wwf.panda.org/our_work/our_focus/oceans_practice/coasts/coral_reefs/
[5] https://www.morganstanley.com/ideas/why-we-are-reducing-plastic-pollution