La educación financiera aglutina una serie de conocimientos, habilidades y competencias que acompañan al individuo a lo largo de su vida. Sin embargo, este conjunto de conocimientos no es algo estático, sino que se debe ir actualizando según se desarrollan la oferta de productos y servicios financieros y las preferencias de los usuarios. Además, lo que un individuo pueda aprender, especialmente en su infancia y juventud, y, a pesar de la importancia que pueda tener para su vida, puede quedar desfasado, máxime cuando se trata de conocimientos financieros, que tienden a reflejar las incesantes novedades en cuanto a productos y servicios financieros, lo que denota que la educación financiera debe ser un esfuerzo continuo a lo largo de la vida de la persona (y de las instituciones que la imparten).
Recientemente, la OCDE ha publicado una encuesta1 que mide el nivel de educación financiera de adultos residentes en 26 países y economías; los resultados obtenidos, de media, no son alentadores.
La encuesta se ha centrado en medir el nivel de alfabetización financiera, que se ha descompuesto a su vez en tres áreas: conocimientos, comportamiento y actitudes financieras. Asimismo, el informe también incluye datos sobre inclusión, resiliencia y bienestar financiero.
Atendiendo a la variable de los conocimientos, se formularon siete preguntas a los encuestados sobre los siguientes conceptos: valor temporal del dinero; comprensión del interés a pagar en un préstamo; cálculo del interés simple; entendimiento del interés simple y del compuesto; conocimiento de los conceptos de riesgo y de rentabilidad; y comprensión de los conceptos de inflación y de diversificación del riesgo.
Como se puede observar, todos los conceptos expuestos son básicos en finanzas. Pues bien, la puntuación media de los participantes de los 26 países en esta área fue de 4,4 sobre 7, que queda por debajo de la puntuación de 5, que es la que la OCDE estima como mínima para considerar que una persona dispone de conocimientos financieros adecuados.
Sin embargo, lo que a priori puede parecer un resultado discreto pero aceptable esconde algunas cuestiones que es necesario poner de relieve: la pregunta que obtuvo un mayor porcentaje de respuestas correctas entre la media de todos los países (84,4%) fue la referente al interés a pagar en un préstamo. La que menos (26,3%) fue la relativa al interés simple y al compuesto. Otras preguntas también obtuvieron un bajo nivel de aciertos como, por ejemplo, sobre el valor temporal del dinero (59,9% de respuestas correctas).
¿Es aceptable que más de un 40% de los adultos encuestados no entiendan conceptos tan básicos como el valor temporal del dinero o no sepan calcular el interés simple? Aunque estamos hablando de una muestra amplia de países, en la cual hay cierta heterogeneidad entre las características de la población de los mismos, los conceptos apuntados anteriormente se antojan muy básicos como para no responder adecuadamente a la pregunta planteada.
La situación no mejora en las áreas de comportamiento y actitudes financieras, en la que la media de puntuación se ha situado en 5,3 sobre 9 y en 3 sobre 5, respectivamente.
Estos datos tienen su reflejo sobre otras métricas que ofrece el informe como, por ejemplo, la inclusión financiera, que se mide, normalmente, a través de indicadores de conocimiento de los productos financieros y de uso de los mismos. En este sentido, en la encuesta que nos ocupa, el resultado es que hay un alto grado de conocimiento de los productos financieros pero, al mismo tiempo, un uso bajo de los mismos. En general, el uso de productos financieros de pago está bastante extendido. Sin embargo, el uso de productos y servicios financieros de ahorro, inversión y para la jubilación está en los niveles más altos de la muestra para aquellos países que obtienen una mayor puntuación en alfabetización financiera y en niveles bajos para los países que menor puntuación obtienen al respecto.
En la última parte del informe y, en base a los datos recabados en la encuesta, se recoge un listado de grupos sociales a los que prestar una mayor atención. Estos grupos se categorizan por género, edad, destreza digital y resiliencia financiera.
En cuanto a la edad, según se indica en el informe, los hombres parecen obtener, de media, mayores puntuaciones que las mujeres, tanto en conocimiento financiero como en bienestar financiero. Sin embargo, estas diferencias no son estadísticamente significativas.
Si atendemos a los resultados por edades, se aprecia que los jóvenes tienen una menor alfabetización financiera y conocimiento financiero, peores actitudes financieras y un comportamiento financiero menos prudente que el resto de personas de la muestra. Este patrón también se observa en los mayores, con algunas diferencias, ya que tienen una menor alfabetización financiera y bienestar financiero en casi todos los países de la muestra.
Por otro lado, las personas encuestadas usuarias de dispositivos digitales, tienen una mayor alfabetización financiera y bienestar financiero, así como un mejor comportamiento financiero.
Por último, de los datos obtenidos y conclusiones extraídas, el informe sugiere una serie de medidas para tratar de mejorar los datos y reducir las desigualdades señaladas entre distintos colectivos, algunas de las cuales pasan a detallarse a continuación:
- Fortalecer el conocimiento financiero básico para asegurar unas buenas prácticas por los individuos en lo que a planificación, presupuestación y ahorro se refiere.
- Fomentar actitudes y comportamientos financieros positivos para mejorar la resiliencia financiera y perseguir el bienestar financiero a largo plazo.
- Tratar de entender mejor lo que constituye el bienestar financiero de las personas y hacer de ello un objetivo de las políticas de educación financiera2.
Siguiendo estas conclusiones a modo de recomendaciones, se puede afirmar que las iniciativas de educación financiera deben potenciar la oferta de recursos, que deben adaptarse a la nueva realidad, especialmente a la digitalización de la economía, y que deben, asimismo, segmentarse, adaptarse y dirigirse especialmente a los colectivos apuntados, sin perder de vista los nuevos retos a los que nos enfrentamos, como son los de las finanzas sostenibles, el cambio climático, los cambios demográficos y la inteligencia artificial, entre otros.
[1] OCDE (2020): “International Survey of Adult Financial Literacy”.
[2] Ibid, pág. 65 y 66.