La situación económica actual, desde la alta inflación que estamos sufriendo, hasta la falta de remuneración de los depósitos bancarios ha desatado una nueva “fiebre” por la renta fija, principalmente la soberana –aunque esto no ha impedido que empresas se sumen a la ola realizando emisiones propias-.
La deuda española, durante 2022 pasó de remunerar las Letras del Tesoro (las emitidas a menos de 12 meses) del -0,558% en enero al 0,728 % de diciembre, alcanzando en mayo de este año su mayor rentabilidad (2,263%).
Inicialmente podríamos pensar que este tipo de inversión la llevan a cabo las Entidades Financieras, los Fondos de Inversión o Inversión extranjera que, por ejemplo, con datos del mes de marzo tenían suscritos el 21,69%, el 5,64% y el 37,05%, respectivamente, de los más de 72.500 millones de deuda española, en forma de letras del Tesoro en sus diversos plazos que hay en circulación en ese momento; pero si analizamos bien estos datos obtenidos de la web del Tesoro Público (www.tesoro.es) podemos comprobar que ya casi el 15% de esta deuda está en manos de particulares (en enero solo suponía el 4,94%).
Pero ¿somos conscientes de los riesgos que asumimos cuando invertimos en renta fija? Evidentemente, las deudas soberanas, o renta fija pública, se consideran activos de bajo riesgo, aunque depende de en qué país nos fijemos para invertir (las primas de riesgo o la clasificación crediticia nos pueden dar una idea), pero, cuando nos adentramos en la renta fija privada, nos podemos encontrar con más dificultades.
Así podemos detectar dos riesgos que afectan a todas las emisiones de renta fija, ya sean públicas o privadas, y que además nos pueden afectar en estos momentos de forma directa: el de inflación y el de tipo de interés.
Al referirnos al riesgo de inflación nos damos cuenta de que si esta sube el importe del cupón o rentabilidad que nos aporta el activo en el que hayamos invertido es menor que el efecto negativo de la subida de precios, perdiendo por tanto nivel adquisitivo. Este efecto lo están sufriendo en estos momentos inversores cuyas carteras de renta fija fueron confeccionadas años atrás, en las que los tipos de interés eran más bajos.
Pero el riesgo de tipo de interés, también llamado de mercado, tampoco es baladí. La modificación de los tipos es inversamente proporcional al precio de un bono. ¿Qué implica esto? Pues que si los tipos de interés suben el precio del bono baja al ser menos atractivo en el mercado que uno de nueva emisión que ya asuma la subida de tipos. Por lo que, si tuviéramos la necesidad de vender nuestro bono en el mercado antes del vencimiento, recibiríamos un menor precio del que pagamos en su día (con la consecuente pérdida).
Pero estos dos riesgos no son los únicos que hay que considerar, también hay que valorar el riesgo de tipo de cambio si invertimos en otra moneda distinta a la nuestra. Por ejemplo, si queremos invertir en deuda estadounidense hay que valorar el cambio euro/dólar vigente y confiar en que este no evolucione de forma desfavorable para nosotros.
También existe el llamado riesgo de liquidez, que es la posibilidad de poder comprar o vender bonos de una emisión. Cuanto mayor sea ésta más elevada será la liquidez, ya que habrá más inversores en el mercado dispuestos a operar.
Y, por último, pero no menos importante, hemos de considerar el riesgo de amortización anticipada, es decir que el emisor decida cancelar de forma unilateral y antes de la fecha de vencimiento la emisión realizada. ¿Cuándo puede suceder esto? Pues por ejemplo en contextos de bajada de tipos. Si la empresa emisora ve que los tipos del mercado están bajando mucho en comparación con el tipo que viene pagando, quizás le sea más ventajoso realizar una nueva emisión a tipos más bajos cancelando la anterior.
Como hemos visto, la renta fija también tiene sus riesgos, aunque el concepto “fijo” nos lleve a confusión. ¿Tú pensabas que este tipo de inversión era completamente previsible?
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