Una de las premisas del enfoque metodológico seguido en el proyecto de educación financiera Edufinet es la renuncia expresa a realizar recomendaciones con vistas a la toma de decisiones por parte de los usuarios de los servicios financieros. La pretensión fundamental de dicho enfoque es aportar elementos que faciliten el análisis de las elecciones financieras, de manera que, con conocimiento de causa, cada persona pueda adoptar las decisiones que estime más pertinentes, en atención a sus objetivos, sus preferencias y sus circunstancias concretas.
Sin perjuicio de lo anterior, ha de constatarse que las definiciones de educación financiera comúnmente aceptadas internacionalmente tienen una orientación claramente finalista, en la medida en que se pretende que, gracias a dicha educación, los individuos mejoren su bienestar financiero.
Dentro de estas coordenadas, nos ha parecido interesante recoger una serie de pautas que pueden derivar en errores financieros, según la experiencia de Michael Martin, asesor financiero británico, reflejadas en un artículo publicado hace unos meses en el diario Financial Times (“Ten financial mistakes you need to avoid”, 21 de marzo de 2019). Dado que no se trata de recomendaciones sobre decisiones concretas, sino de líneas de conducta genéricas, nos parece oportuno recogerlas como elementos de reflexión.
Según el referido asesor, los errores financieros más comunes observados a lo largo de los veinte años de su experiencia como profesional son los siguientes:
- Dejarse arrastrar por la corriente. Apostar por la compra de activos que estén protagonizando episodios de adquisiciones masivas y de escaladas de precios, por el simple hecho de subirse al carro, puede ser peligroso si dichas tendencias responden a un proceso de burbuja económica. Son numerosos los casos tristemente célebres vividos en los últimos años que han ocasionado graves perjuicios a los inversores. En el artículo se citan los de una empresa “puntocom” y de una criptomoneda.
- Invertir en acciones porque de repente están muy baratas. El hecho de que una acción haya caído sustancialmente de precio no significa que su compra sea necesariamente un buen negocio, ya que puede seguir cayendo.
- Estar demasiado nervioso para invertir sensatamente. Bajo este título un tanto críptico, lo que realmente viene a decir es que, a la hora de medir la rentabilidad efectiva derivada de un activo financiero, deben tenerse presente los distintos factores que entran en juego. Así, mantener una posición en efectivo o en un activo no sujeto a valoración en el mercado, aunque pueda aparentar una opción “segura”, implica sufrir la merma de poder adquisitivo ligada a la inflación. Por su parte, una inversión en una cesta de acciones puede no generar aumentos de valor, pero, a través de los dividendos, puede permitir obtener una rentabilidad positiva en términos reales.
- Dejarse seducir por señuelos. En el artículo se hace mención de personas que se dejan seducir por ofertas de productos financieros basadas en unos tipos de interés muy atractivos inicialmente, y que luego se retiran de los mismos cuando aquellos se reducen. Un examen previo de todas las opciones disponibles es preferible.
- Ignorar los planes de pensiones. Muchas personas ignoran el ahorro de los planes pensiones porque no lo entienden completamente. La no utilización de tales productos puede dar lugar al no aprovechamiento de importantes ventajas fiscales en el ámbito del impuesto sobre la renta de las personas físicas.
- Asegurar el teléfono móvil pero no la vida. Se llama la atención en el sentido de que muchas personas tienden a asegurar algunos dispositivos móviles o electrodomésticos, pero no la vida, que es sin duda el activo más valioso. Para una persona joven, el coste del seguro de un teléfono móvil puede duplicar el de un seguro de vida con una cobertura significativa.
- Adoptar decisiones absurdas con objeto de ahorrarse impuestos. El deseo de evitar pagar el impuesto sobre las plusvalías puede llevar a estrategias perjudiciales: “Pagar el impuesto sobre las plusvalías es una cosa estupenda. Significa que tu dinero está aumentando. Perder un 20% es mejor que ahorrarse el 100% de nada”.
- Obsesionarse por el seguimiento continuo. Es preferible invertir en una cartera bien diversificada, que no haría falta “vigilar” permanentemente, que efectuar transacciones de manera continua. Un seguimiento constante de las inversiones implica una preocupación innecesaria y un activismo excesivo (“overtrade”), que puede dar lugar a compras y ventas en momentos inapropiados.
- Anteponer la codicia a la necesidad. En penúltimo lugar, se invita a rechazar aquellas ofertas que sean extraña y llamativamente atractivas: “Si una oferta no puede ser explicada en 30 segundos, evítala”.
- Escatimar el coste del asesoramiento. Finalmente, Michael Martin señala, sin ocultar su condición de representante de la profesión, que, en su opinión, a largo plazo, los buenos asesores ahorran a sus clientes más de lo que cuestan.
Puede que así sea, pero también estamos convencidos de que, como afirmábamos en la presentación del MOOC “Claves de educación financiera para la ciudadanía” de Edufinet, la educación financiera es una buena inversión, una inversión rentable: no para ganar dinero en los mercados, sino para conseguir una mayor autonomía individual para evaluar las decisiones financieras. Conocer patrones de conducta que, según experiencias constatadas, son fuente de perjuicios, forma también parte de la educación financiera.
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