Artículo publicado en el Diario Sur con fecha 17/01/2022.
Dirigir un negocio requiere un esfuerzo que va acompañado de la gestión de muchos tipos de riesgo. El riesgo empresarial, en sentido amplio, es aquel que expone a la empresa u organización a factores que pueden reducir sus ingresos o base de capital. Cualquier aspecto que amenace la capacidad de una empresa para lograr sus objetivos financieros se considera como riesgo empresarial. Este riesgo, como se ha mencionado, es el más general y se compone de otros que pasamos a analizar a continuación.
El primero que podemos destacar es el estratégico, que es aquel que surge cuando una empresa no opera de acuerdo con su modelo o plan de negocios establecido. Su estrategia se vuelve menos efectiva con el tiempo y puede tener dificultades para alcanzar sus objetivos. Si, por ejemplo, una cadena de grandes supermercados, con un modelo dirigido al público minorista, cambia de sentido y modifica su modelo al público mayorista, puede surgir un riesgo estratégico.
El riesgo de cumplimiento, en segundo lugar, es el que surge principalmente en industrias y sectores que están altamente regulados. Por ejemplo, en la industria del vino de Estados Unidos existe un sistema de distribución de tres niveles que requiere que los mayoristas vendan vino a un minorista, que luego se lo venderá a los consumidores. Sin embargo, hay muchos Estados que no cuentan con este sistema, y, por lo tanto, el riesgo de cumplimiento nace cuando una organización no cumple los requisitos del Estado en el que opera. En esta situación, una empresa corre con el riesgo de no cumplir las leyes de distribución específicas para cada territorio.
En tercer lugar, el riesgo operacional, que hemos tratado en artículos pasados. Este riesgo surge dentro de la organización, por errores humanos o en el desarrollo de procesos. Por ejemplo, en 2012, el banco multinacional HSBC fue sancionado por el Departamento de Justicia de los Estados Unidos porque su equipo interno de operaciones contra el lavado de dinero no pudo realizar sus actividades adecuadamente en relación con los flujos de capital provenientes de un país en concreto.
Y, por último, nos hallamos ante el riesgo reputacional. Cada vez que la reputación de una empresa se arruina, ya sea por la circunstancia que sea, corre el riesgo de perder clientes y que la lealtad a la marca se resienta. La reputación de HSBC, en el caso comentado anteriormente, se tambaleó a raíz de la multa que se le impuso por malas prácticas contra el lavado de dinero.
Hay que destacar que el riesgo no se puede evitar por completo. Sin embargo, las empresas emplean muchas estrategias para reducir el impacto de todos los tipos de riesgo, incluidos los mencionados anteriormente.
Un primer paso puede ser identificar todas las fuentes de riesgo en el plan de negocio, tanto los riesgos internos como los externos, ya que tomar medidas para reducir los riesgos tan pronto como se presenten es clave para hacerles frente antes de que se materialicen, total o parcialmente.
Finalmente, la mayoría de las organizaciones terminan adoptando una estrategia integral de gestión de riesgos. Esto se puede hacer antes de que la empresa comience a operar o después de que experimente un contratiempo. Idealmente, una estrategia de gestión de riesgos ayudará a la empresa a estar mejor preparada para hacer frente a los riesgos a medida que se van presentando. El plan debe tener ideas probadas y procedimientos establecidos en caso de que se presenten dichos riesgos.
Edufinet es un proyecto promovido por Unicaja Banco y la Fundación Unicaja.