El perfil del emprendedor


Artículo publicado en el Diario Sur con fecha 21/02/2021

La definición de emprendedor que encontramos en la RAE es: “Que emprende con resolución acciones o empresas innovadoras”; y, la de emprender: “Acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro”. 

Los datos reflejados en las últimas estadísticas indican que España está creando más empresas que antes de la COVID y que, además, el valor del ecosistema emprendedor español se ha multiplicado por 5 desde 2015, alcanzando los 46.000 millones de euros en 2021. 

Pero, ¿qué características ha de cumplir una persona emprendedora? Existen diferentes enfoques al respecto.

Por un lado, encontramos la teoría de que un emprendedor tiene que poseer ciertas características, la mayoría innatas, como la pasión, la creatividad, el liderazgo, la resiliencia o la proactividad, además de otras que pueden adquirirse con la práctica y el entrenamiento, de perfil más técnico, como son la disposición de conocimientos económicos, societarios o jurídicos.

Otro tipo de enfoque determina la importancia de una serie de perfiles profesionales en los que encajaría cada emprendedor y que van a determinar, en gran medida, cómo va a ser el negocio. Aquí podemos encontrar el perfil técnico (aquel que se especializa en un aspecto del negocio pero que adolece de características comerciales), el comercial (suele estar más dispuesto a asumir riesgos y tiene un gran dominio de las técnicas de venta), el directivo (el experto en gestión de equipos pero carente de la visión que pueden tener un técnico o un comercial) o el visionario o emprendedor puro (aquellos que se mueven por intuición y que cuentan con una gran capacidad para encontrar oportunidades de negocio). 

Y luego tenemos los enfoques que sugieren la necesidad de la combinación de varios aspectos: cualidades, aptitudes y habilidades. Según esta teoría, los emprendedores tienen que, por ejemplo, tener espíritu de aventura, tolerancia al riesgo, espíritu perfeccionista o aptitud para trabajar en equipo. 

Más allá de las presumibles cualidades que se le atribuyen a un emprendedor, hay que tener en cuenta que con la formación, ya sea en aspectos económicos o no, se pueden aprender y desarrollar habilidades, incluso potenciar algunas cualidades puramente personales.

Entre las principales causas de fracaso empresarial encontramos la ejecución de proyectos sin planes estratégicos a largo plazo, la mala gestión financiera (desde la relación entre los recursos propios y los ajenos, hasta la correcta distribución de los beneficios obtenidos) o la mala selección de personal; tener una base de conocimiento en estos diversos aspectos resulte imprescindible, por consiguiente. 

Así, por ejemplo, se convierte en fundamental saber realizar un balance o una cuenta de pérdidas y ganancias, desarrollar un plan de negocio (indispensable a la hora de solicitar financiación ajena) o realizar un plan de “marketing” adecuado. 

En conclusión, lo importante de todo ello, y sea cual sea el perfil que creemos que debe reunir un emprendedor, lo primero que debemos tener en cuenta es que estamos hablando de una persona que encuentra una oportunidad de negocio y que se “lanza a por ella”, lo que supone, en muchos casos, poner en riesgo el patrimonio propio (cerca del 70% de los fondos necesarios suele proceder de fondos propios o de familiares, frente al resto, que aportan las entidades financieras u otros inversores). Por tanto, es muy importante ser consciente de los riesgos y, además, conocer nuestras propias limitaciones. 

De ahí que debamos que tener claro que emprender puede tener un alto coste personal, familiar y financiero, y que disponer de los conocimientos necesarios para afrontar los diferentes aspectos que se presenten resulta de vital importancia. 

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