El patrón oro: de comienzos del siglo XX hasta los felices 20


Comenzamos una serie de artículos que tratarán del patrón oro, que ha sido, durante muchos años, el sistema usado para marcar el tipo de cambio de las diferentes monedas existentes.

En esta primera entrega, trataremos de su creación hasta los llamados felices años veinte.

Definición y contexto histórico

El patrón oro fue un sistema monetario que fijaba el valor de cada unidad monetaria puesto en relación con una determinada cantidad de oro. Los Bancos Centrales de los países que adoptaron este patrón emitían moneda según las reservas de oro de las que disponían. Fue un sistema monetario internacional que funcionó gracias a la cooperación de los países que lo adoptaron y, mientras estuvo en uso, facilitó el comercio internacional y limitó las políticas económicas aislacionistas entre países. Aunque se dice que el patrón oro se consolida a partir de la década de 1870, hay que remontarse a algunos años atrás para comprender el inicio de este sistema monetario internacional, sobre el que algunos filósofos, como Hume, trabajaron en su modelización ya a mediados del siglo XVIII.

Las monedas de oro han ejercido un papel en la historia de la humanidad muy importante. Los historiadores encuentran difícil ubicar el momento en el que se estableció como medio de cambio dentro de una región concreta. Sin embargo, muchos coinciden en que estas comenzaron a tener un gran flujo de uso varios siglos antes de Cristo. Así pues, el oro se ha ido consolidando con el paso de los años como un depósito de valor muy importante dentro de nuestro planeta. Lo cierto es que no es de extrañar que este metal, junto a la plata, haya tenido mucha importancia durante tantos siglos dadas las propiedades que este contiene respecto a otro tipo de metales como, por ejemplo, su resistencia a la corrosión, maleabilidad, brillo o belleza.

La primera vez que se estableció una medida formal en la que el oro se utilizase como depósito intercambiable por otra divisa a un precio fijo fue en Inglaterra en 1819 (tras el fin de las Guerras Napoleónicas). Así pues, los ingleses, que por entonces eran la primera economía del mundo, impulsaron el crecimiento de este sistema monetario. Sin embargo, el bimetalismo seguía imperando en la mayoría de los estados como método de cambio ya que la plata también tenía un peso muy importante a nivel internacional.

El siguiente país que adoptó el patrón oro fue Portugal en 1854 debido a la estrecha relación comercial que guardaban Inglaterra y este por aquel entonces. Durante esos años, Alemania también comenzó a interesarse en entrar en este nuevo sistema, por lo que empezó a vender exponencialmente sus reservas de plata con el objeto de aumentar, a cambio, sus reservas de oro. Este hecho, junto con el hallazgo de nuevas minas de plata en distintas partes del planeta, redujeron el precio de este metal de forma significativa, generando así que muchos países perdieran su interés por el bimetalismo a cambio del patrón oro.

La edad dorada del patrón oro (1872-1914)

Tras la adopción del patrón oro por parte de dos economías tan importantes como la alemana y la anglosajona, muchos países vieron en este nuevo sistema un gran potencial. Así pues, estados como Holanda, Dinamarca o Estados Unidos, además de los países de la Unión Monetaria Latina (Suiza, Bélgica, Italia y Francia), se unieron al nuevo sistema monetario internacional. Sin embargo, el bimetalismo no desapareció por completo. Tan sólo Inglaterra, Alemania y Estados Unidos mantuvieron un patrón

oro “puro”, abandonando así la acuñación de plata. El oro se consolidó como principal fuente de riqueza por parte de todos los bancos centrales y las principales divisas del planeta establecieron un tipo de cambio fijo respecto a este metal. Desde la década de 1870 hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial, el mundo experimentó un enorme auge económico, la renta y riqueza de la mayoría de los estados aumentó de forma muy significativa y la inflación se mantuvo muy estable.

El declive del patrón oro y la transición hacia el patrón cambio oro

A raíz de la Primera Guerra Mundial surgió el desplome del sistema que había funcionado durante casi cinco décadas.

Durante el conflicto bélico se suspendió el patrón oro como consecuencia de la guerra y a su desaparición de facto. Debemos tener en cuenta que los países necesitaban enormes cantidades de capital para financiar el gasto de la guerra. En consecuencia, el patrón oro les suponía una clara limitación ya que imposibilitaba el hecho de poder endeudarse. Así pues, la mayoría de los estados decidieron emitir dinero fiduciario que, como bien sabemos, únicamente está respaldado por la confianza de que el banco central que lo haya emitido garantice su estabilidad. Así las cosas, el mundo se endeudó de manera exacerbada y el patrón oro quedó, evidentemente, en un segundo plano.

Tras el fin de la guerra, la mayoría de los estados querían restablecer el antiguo sistema monetario que les había hecho crecer de forma tan significativa durante casi medio siglo. Sin embargo, la situación y el contexto no eran los mismos. El mundo se encontraba inmerso en unos niveles de deuda descomunales y la constante emisión de dinero fiduciario generó inflación. Por lo tanto, se necesitaba instaurar un sistema monetario mucho más flexible que el patrón oro. Por consiguiente, alrededor de una treintena de naciones decidieron reunirse en Génova (Conferencia de Génova de 1922) con el objetivo de establecer una serie de acuerdos para la reconstrucción del comercio y del sistema financiero internacional. La propuesta que se derivó de la conferencia fue la implantación del Patrón Cambio Oro (Gold Exchange Standard).

Con el Patrón Cambio Oro la divisa de cada país ya no tenía una vinculación directa con el oro, sino a dos monedas centrales que serían intercambiables por dicho metal. Así las cosas, la libra esterlina y el dólar se consagraron como principales divisas internacionales al ser las únicas que podían ser intercambiadas por oro. Además, con este sistema se aportaba mayor flexibilidad al sistema financiero ya que la oferta de dólares y libras puede aumentar o disminuir por la mera disposición de sus dirigentes políticos. Sin embargo, la cantidad de oro en el mundo es limitada. Así pues, se consiguió crear un nuevo “patrón oro” adaptado a la situación de aquel entonces.

Los felices años 20

Una vez establecido el nuevo orden económico mundial, los países implicados en la Gran Guerra comenzaron a recuperarse. Estados Unidos jugó un papel determinante para la victoria del bloque aliado debido a la cantidad de financiación y armamento que aportó durante la guerra. Además, las deudas que se generaron por parte de los aliados a favor de los Estados Unidos de América la convirtieron en la principal economía mundial del planeta, sustituyendo a Inglaterra como economía global hegemónica.

En consecuencia, se gestó en el marco de la recuperación lo que comúnmente conocemos como “los felices años 20”. Este es un término que hace referencia a la expansión que se experimentó, principalmente, en Estados Unidos durante la década de 1920. Los americanos se vieron ante un exceso de demanda por parte de los países europeos, lo que provocó un aumento vertiginoso de los ingresos mientras Europa se reconstruía. Además, la creación de la cadena de producción por parte de Henry Ford y el establecimiento del sistema de pagos a plazos impulsaron el crecimiento de la clase media. Ambos hechos originaron una oleada consumista, ya que los precios se redujeron gracias al abaratamiento de los costes de producción, y la población podía permitirse realizar compras sin necesidad de tener el dinero en el momento de adquirir el bien.

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